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Número 9, año 2019
Revista Catalana de Museologia

Museos para un mundo más justo: XXI Jornadas de Museos y Educación: Sostenibilidad

Fecha publicación: 24/07/2019


Actualidad

Fecha publicación: 24/07/2019

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Abstract

El reto de cambiar el mundo es sin duda fascinante y la necesidad, imperante. Si Greta Thunberg, con tan solo dieciséis años, se ha marcado como misión encabezar la defensa contra el cambio climático, cada profesional de museos y cada institución debería poder alcanzar un compromiso personal y colectivo en favor de esta agenda global.
Este es el marco de partida de las XXI Jornadas de Museos y Educación del MMB,  celebradas el 30 de abril de 2019, que tenían como título «Educación y sostenibilidad», y organizadas conjuntamente por el Museu Marítim de Barcelona y el Museu de la Vida Rural de la Fundació Carulla en Espluga de Francolí.

«El encuentro fluido entre los ámbitos que hoy en día conocemos como educación y cultura podría (y debería) facilitar instrumentos para afrontar el miedo de vivir, una dimensión siempre presente en la historia de la humanidad, que hoy se manifiesta amplia y abiertamente; podría (y debería) generar confianza y esperanza».

Eulàlia Bosch(1)

 

El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que marca una serie de líneas a seguir con el objetivo de transformar el mundo para hacerlo más habitable y más justo: acabar con la pobreza, erradicar el hambre, garantizar una vida sana y una educación de calidad; conseguir la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático, y facilitar la paz y el acceso a la justicia.

La Unesco defiende que administraciones, empresas y sociedad civil tienen como reto ineludible contribuir al establecimiento de formas de vida más sostenibles para garantizar la convivencia, la prosperidad y la equidad en todo el mundo para toda la población, ahora y en el futuro.

El ICOM recoge su testigo y crea un grupo de trabajo destinado a analizar de qué modo los museos pueden contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sabiendo el rol que estas instituciones pueden jugar en la concienciación del público, en la formación de redes, en el apoyo a la investigación y a la creación de conocimiento. Este grupo presentará sus recomendaciones durante la 25ª Conferencia Trienal del ICOM, que se tiene que celebrar en Kyoto (Japón) en septiembre de 2019.
El reto de cambiar el mundo es sin duda fascinante y la necesidad, imperante. Si Greta Thunberg, con tan solo dieciséis años, se ha marcado como misión encabezar la defensa contra el cambio climático, cada profesional de museos y cada institución debería poder alcanzar un compromiso personal y colectivo en favor de esta agenda global.

Este es el marco de partida de las XXI Jornadas de Museos y Educación del MMB,(2) celebradas el 30 de abril de 2019, que tenían como título «Educación y sostenibilidad», y organizadas conjuntamente por el Museu Marítim de Barcelona y el Museu de la Vida Rural de la Fundació Carulla en Espluga de Francolí. El objetivo de las jornadas era potenciar la reflexión y ver de qué forma los museos, a través de sus programas públicos y su estructura, pueden aportar propuestas concretas orientadas a alcanzar los indicadores establecidos en cada objetivo de desarrollo sostenible marcado por la agenda.

La ponencia marco, «Poner la vida en el centro: hacia una antropología de los límites y la vulnerabilidad», estuvo a cargo de Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera, profesora y activista y una de las investigadoras más influyentes en el ámbito ecofeminista y ecosocialista a nivel europeo.

Yayo Herrero incidió en el hecho de que el modelo capitalista imperante, que se basa en el crecimiento sin límites, nos está llevando al agotamiento de los recursos naturales en un futuro muy próximo, y que no somos conscientes de que estos recursos no son regenerables o, si lo son, lo hacen a un ritmo mucho más lento del que la humanidad los explota. Acabar con los recursos ecológicos es acabar con la vida del planeta y de la humanidad, un hecho que el modelo capitalista y patriarcal no contempla. Somos naturaleza, no estamos fuera de ella. «Podríamos decir que la cultura, la economía y la política hegemónicas han declarado la guerra a la vida», declara. 

El combate de los mitos y las creencias sobre los que hemos construido la cultura occidental, que define como patriarcal, colonial e injusta, lo plantea a partir del pensamiento ecofeminista, una corriente social impulsada en el año 1974 por Françoise d’Eaubonne que destaca las importantes relaciones existentes entre la subordinación de las mujeres y otros grupos sociales no privilegiados y la explotación de los recursos naturales.

En su conferencia, Yayo Herrero defendió enérgicamente la necesidad de adoptar nuevas prácticas que pongan a la vida, que es vulnerable y finita, como prioridad, y de luchar por un modelo económico que busque el equilibrio con la capacidad de regeneración de la naturaleza, una responsabilidad que recae en cada uno de nosotros.

Por si alguien quiere profundizar en esta filosofía, su tesis está muy bien descrita en el libro Petróleo,(3) que arranca con una frase de Pablo Martínez, jefe de programas del MACBA, que resume muy bien lo que no se nos pide ser: «Algo más que espectadores del desastre».

 
Lázaro Israel Rodríguez Oliva, el siguiente ponente, especialista en internacionalización y políticas culturales, tuvo la habilidad de reconducir el discurso teórico de Yayo Herrero hacia los objetivos de la Agenda 2030 en la conferencia «Transformaciones culturales de los museos, educación y Agenda 2030 para el desarrollo sostenible».

Sus trabajos se centran en las estrategias para el desarrollo humano a través de la cultura, la cooperación y la integración regional. Se centra recientemente en la gestión de conocimientos para la economía creativa (Comisión Alemana de la Unesco) y en la construcción de políticas y estrategias de emprendedurías creativas locales.

También hizo hincapié en el hecho de que los museos utilizasen el poder que cada uno de ellos puede ejercer en pro del desarrollo sostenible, en favor de hacer un mundo más habitable y más justo. Y es que, como afirma Irina Bokova, directora general de la Unesco, en el informe «Educación para los objetivos de desarrollo sostenible»: «Ahora más que nunca la educación tiene la responsabilidad de adaptarse a los retos y las aspiraciones del siglo XXI y fomentar los valores y las competencias adecuadas para conseguir un crecimiento sostenible e inclusivo y una convivencia pacífica».

Y pasando de los objetivos a las actividades, Pablo Martínez, jefe de programas del MACBA, presentó la ponencia «Cultivar y cocinar. Educación popular y recuperación de saberes frente el apocalipsis».

Se consideró muy importante tener la aportación de alguien que trabajase la cuestión de la sostenibilidad desde un museo de arte. El ponente, antes de llegar al MACBA, había transitado, también, por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y por el Centro de Arte Dos de Mayo.

Para Pablo Martínez, es esencial transformar los programas de los museos y las prácticas que se efectúan en ellos en propuestas de proximidad donde se ponga la vida en el centro. Explicó el caso de Un huerto en la azotea, impulsado por el Centro de Arte Dos de Mayo, en el que un grupo de gente mayor se ocupaba del huerto instalado por el equipo del museo en la azotea del edificio, y de qué dinámicas sociales comportó la experiencia. También dio a conocer la propuesta La cocina, que el MACBA define como un espacio de encuentro abierto a la participación de todo el mundo, especialmente a personas y organizaciones que quieran compartir sus conocimientos y experiencias alrededor de la cocina para reflexionar sobre la soberanía alimentaria, el fin de las energías fósiles y la extrema dependencia del petróleo del modelo alimentario actual, el cambio climático y el agotamiento de los recursos. Son dos programas que, en palabras suyas, fomentan la cultura del cuidado, la recuperación de saberes tradicionales, la imaginación estratégica y la práctica de un mundo en transición.


En la última ponencia, Gemma Carbó presentó la propuesta pedagógica del Museu de la Vida Rural centrada en la educación para la sostenibilidad. Desde la Convención de Patrimonio Cultural de 1972 de la Unesco, los museos y los espacios patrimoniales han buscado el modo de vincular cultura y naturaleza para mejorar la comprensión de las problemáticas pasadas y presentes. La especialización académica hace que sigamos pensando estos dos ámbitos por separado. La educación ambiental y el patrimonio natural han dado pasos importantes en Cataluña. Hoy, en el ámbito anglosajón, se habla más del ecoliteracy, un movimiento inspirado en Fritjof Capra, un prestigioso físico, que fue el primero que planteó la relación entre la física y el tao, entre la razón científica y la espiritualidad, e impulsó proyectos que conectan, por ejemplo, la alimentación y el cambio climático.

La educación para la sostenibilidad o ecoliteracy se vincula a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y se concreta en una propuesta de la Unesco,(4) una guía pedagógica que ayuda a entender las conexiones entre la cultura y el medio ambiente, que propone pautas para trabajar esta conexión desde los museos.
Esta es la línea en la que está trabajando el Museu de la Vida Rural. Ha situado la educación para la sostenibilidad en el centro. Ha reivindicado la utilidad de estas memorias y saberes etnológicos del mundo rural, y ha puesto en valor la nueva función social de los museos. Pero ha añadido una última cuestión que es, también, estratégica y que sigue sin estar demasiado vinculada a la educación, y menos a la educación ambiental o para la sostenibilidad: el uso de los lenguajes artísticos y la creación contemporánea.

Como afirma Edgar Morin, no solo tenemos que superar la escisión entre pasado, presente y futuro, sino también la división entre disciplinas académicas y cajas cerradas de conocimientos. Si queremos que el saber y la cultura sean de verdad instrumentos de transformación, debemos trabajar con todas las formas de inteligencia y modos de acceder y producir conocimientos. La música, la fotografía, las artes visuales, la danza o el teatro deben dialogar con las ciencias físicas, la botánica, la medicina o la arquitectura.

Esto es lo que hemos ensayado en la última exposición temporal, Plástico, genial o perverso, ¿tú cómo lo ves? Es una exposición que se ha autoaplicado el decálogo resultante de las jornadas Mutare para ser un proyecto transformador que es, en esencia, un proyecto educativo para la sostenibilidad.

Los museos, por último, son especialmente espacios de gestión de la memoria del pasado con una clara función educativa que debe ir orientada a dar respuesta al miedo de vivir que señala Lali Bosch, que se manifiesta hoy, entre otros, en movimientos como el de Greta Thunberg —Friday for future—, que reivindican un futuro posible.

¿Qué aportan los museos a las nuevas generaciones? ¿En qué pueden ayudarlas a la hora de garantizar el futuro que reclaman?

De entrada, si los museos quieren ser educativos tendrán que ajustarse tan pronto como puedan a los requerimientos necesarios para ser más sostenibles como equipamientos y servicios, y considerar seriamente su impacto ambiental, social y económico además del cultural. Eso quiere decir que se tendrá que innovar en la producción de exposiciones y actividades y hacerlas más coherentes con un uso racional de los recursos. Quiere decir, también, que deberán cambiar agendas o, como mínimo, perspectivas e implicarse más en este cambio que se exige tanto desde la Asamblea General de las Naciones Unidas como desde los movimientos sociales, muchos de los cuales tienen que estar encabezados por la gente joven.

Tal como dice Jane Sledge,(5) del Smithsonian National Museum of the American Indian, probablemente la mejor contribución de los museos a los retos de la sostenibilidad es la de trabajar en las problemáticas a las que nos enfrentamos hoy hasta hacerlas comprensibles. Generar conocimiento útil para entender y, a partir de aquí, buscar soluciones. Cada uno de nuestros museos, decía Lázaro Israel González Oliva, debe ejercer la pequeña cuota de poder que tiene en pro de este cambio que tiene que permitir que la sostenibilidad de nuestro mundo sea posible. Se nos pide compromiso en esta lucha, y no solo desde las áreas de programas públicos.

Notas


(1)

Bosch, E., en L’assignatura pendent. Converses sobre educació, política i cultura, de Gemma Carbó, p.183. Ibídem, p. 189.

(1)

Bosch, E., en L’assignatura pendent. Converses sobre educació, política i cultura, de Gemma Carbó, p.183. Ibídem, p. 189.

(3)

Santiago, E. Herrero y Riechmann, J. Petróleo. Barcelona: Arcàdia y Macba, 2018.

(3)

Santiago, E. Herrero y Riechmann, J. Petróleo. Barcelona: Arcàdia y Macba, 2018.

(5)

Sledge, J. Citado por Lauren Styx a Museums and the environmental sustainability. Museum next. https://www.museumnext.com/2019/01/museums-and-the-art-of-environmental-sustainability/.

(5)

Sledge, J. Citado por Lauren Styx a Museums and the environmental sustainability. Museum next. https://www.museumnext.com/2019/01/museums-and-the-art-of-environmental-sustainability/.

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